jueves, 9 de abril de 2015

Los Disfraces de la Soberbia y cómo Desenmascararla

Un escritor va paseando por la calle y se encuentra con un amigo. Se saludan y comienzan a charlar. Durante más de media hora el escritor le habla de sí mismo, sin parar ni un instante. De pronto se detiene un momento, hace una pausa, y dice: "Bueno, ya hemos hablado bastante de mí. Ahora hablemos de ti: ¿qué te ha parecido mi última novela?".
Es un ejemplo gracioso de actitud vanidosa, de una vanidad bastante simple. De hecho, la mayoría de los vicios son también bastante simples. Pero en cambio la soberbia suele manifestarse bajo formas más complejas que las de aquel fatuo escritor. La soberbia tiende a presentarse de forma más retorcida, se cuela por los resquicios más sorprendentes de la vida del hombre, bajo apariencias sumamente diversas. La soberbia sabe bien que si enseña la cara, su aspecto es repulsivo, y por eso una de sus estrategias más habituales es esconderse, ocultar su rostro, disfrazarse. Se mete de tapadillo dentro de otra actitud aparentemente positiva, que siempre queda contaminada.
Te presentamos a continuación 8 disfraces habituales de la soberbia para que sepas identificarla
1) Unas veces se disfraza de sabiduría, de lo que podríamos llamar una soberbia intelectual que se empina sobre una apariencia de rigor que no es otra cosa que orgullo altivo.
2) Otras veces se disfraza de coherencia, y hace a las personas cambiar sus principios en vez de atreverse a cambiar su conducta inmoral. Como no viven como piensan, lo resuelven pensando como viven. La soberbia les impide ver que la coherencia en el error nunca puede transformar lo malo en bueno.
3) También puede disfrazarse de un apasionado afán de hacer justicia, cuando en el fondo lo que les mueve es un sentimiento de despecho y revanchismo. Se les ha metido el odio dentro, y en vez de esforzarse en perdonar, pretenden calmar su ansiedad con venganza y resentimiento.
4) Hay ocasiones en que la soberbia se disfraza de afán de defender la verdad, de una ortodoxia altiva y crispada, que avasalla a los demás; o de un afán de precisarlo todo, de juzgarlo todo, de querer tener opinión firme sobre todo. Todas esas actitudes suelen tener su origen en ese orgullo tonto y simple de quien se cree siempre poseedor exclusivo de la verdad. En vez de servir a la verdad, se sirven de ella —de una sombra de ella—, y acaban siendo marionetas de su propia vanidad, de su afán de llevar la contraria o de quedar por encima.
5) A veces se disfraza de un aparente espíritu de servicio, que parece a primera vista muy abnegado, y que incluso quizá lo es, pero que esconde un curioso victimismo resentido. Son esos que hacen las cosas, pero con aire de víctima ("soy el único que hace algo"), o lamentándose de lo que hacen los demás ("mira éstos en cambio...").
6) Puede disfrazarse también de generosidad, de esa generosidad ostentosa que ayuda humillando, mirando a los demás por encima del hombro, menospreciando.
7) O se disfraza de afán de enseñar o aconsejar, propio de personas llenas de suficiencia, que ponen a sí mismas como ejemplo, que hablan en tono paternalista, mirando por encima del hombro, con aire de superioridad.
8) O de aires de dignidad, cuando no es otra cosa que susceptibilidad, sentirse ofendido por tonterías, por sospechas irreales o por celos infundados.
¿Es que entonces la soberbia está detrás de todo? Por lo menos sabemos que lo intentará. Igual que no existe la salud total y perfecta, tampoco podemos acabar por completo con la soberbia. Pero podemos detectarla, y ganarle terreno.
¿Cómo detectar la soberbia, si se esconde bajo tantas apariencias?
La soberbia muchas veces nos engañará, y no veremos su cara, oculta de diversas maneras, pero los demás sí lo suelen ver. Si somos capaces de ser receptivos, de escuchar la crítica constructiva, nos será mucho más fácil desenmascararla.
El problema es que hace falta ser humilde para aceptar la crítica. La soberbia suele blindarse a sí misma en un círculo vicioso de egocentrismo satisfecho que no deja que nadie lo llame por su nombre. Cuando se hace fuerte así, la falta de defensa es tal que van creciendo las manifestaciones más simples y primarias de la soberbia: la susceptibilidad enfermiza (sentirnos ofendidos por todo y por todos), el continuo hablar de uno mismo, las actitudes prepotentes y engreídas, la vanidad y afectación en los gestos y el modo de hablar, el decaimiento profundo al percibir la propia debilidad, etc.
Hay que romper ese círculo vicioso. Ganar terreno a la soberbia es clave para tener una psicología sana, para mantener un trato cordial con las personas, para no sentirse ofendido por tonterías, para no herir a los demás..., para casi todo. Por eso hay que tener miedo a la soberbia, y luchar seriamente contra ella. Es una lucha que toma el impulso del reconocimiento del error. Un conocimiento siempre difícil, porque el error se enmascara de mil maneras, e incluso saca fuerzas de sus aparentes derrotas, pero un conocimiento posible, si hay empeño por nuestra parte y buscamos un poco de ayuda en los demás.
Busquemos a Jesús, es el maestro perfecto de la virtud de la humildad. Estudiemos el Evangelio para imitar sus palabras "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas" (Mateo 11,29).

 Soberbia
Si la soberbia enseña la cara, su aspecto es repulsivo, por eso una de sus estrategias más habituales es esconderse, disfrazarse y confundir 
Si somos capaces de ser receptivos, de escuchar la crítica constructiva, nos será mucho más fácil desenmascararla.


La soberbia tiende a presentarse de forma más retorcida, se cuela por los resquicios más sorprendentes de la vida del hombre, bajo apariencias sumamente diversas.

jueves, 9 de octubre de 2014

¿Tendrás tiempo?

Un relato sobre la eterna espera de Dios por nosotros

Cuando te levantabas esta mañana, te observaba y esperaba que me hablaras, aunque fuera unas cuantas palabras, preguntando mi opinión o agredeciéndome por algo bueno que te haya sucedido ayer. Pero note que estabas muy ocupado buscando la ropa para ponerte e ir al trabajo. Seguí esperando de nuevo, mientras corrías por la casa arreglándote, supe que habrían unos cuantos minutos para que te detuvieras y me dijeras: "¡Hola!", pero estabas demasiado ocupado(a). 

Te observe mientras ibas rumbo al trabajo y espere paciente todo el día. Con todas tus actividades supongo que estabas demasiado ocupado(a) para decirme algo. Pero esta bien, aun 
queda mucho tiempo. Después encendiste el televisor, cenabas, pero nuevamente te olvidaste de hablar conmigo y nada. A la hora de dormir, creo que ya estabas muy cansado(a). 

Después de decirle buenas noches a tu familia, caíste en tu cama y casi de inmediato te dormiste, no hay problema, porque quizás no te das cuenta de que siempre estoy ahí para ti. 
Tengo mas paciencia de la que te imaginas. También quisiera enseñarte como tener paciencia para con otros. Te amo tanto que espero todos los días por una oración, un pensamiento o un poco de gratitud de tu corazón. 
Bueno, te estás levantando de nuevo, y otra vez esperare sin nada mas que mi amor por ti, esperando que el día de hoy me dediques un poco de tiempo. 
¡Que tengas un buen día! 

Tu amigo 

Dios





El Gusano y El Escarabajo

Una historia que habla sobre la verdadera amistad.

Había una vez un gusano y un escarabajo que eran amigos, pasaban charlando horas y horas. 

El escarabajo estaba consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad, tenía una visibilidad muy restringida y era muy tranquilo comparado con los de su especie. 

El gusano estaba muy consciente de que su amigo venía de otro ambiente, comía cosas que le parecían desagradables y era muy acelerado para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez. 

Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad hacia el gusano. 
¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano? 
A lo que él respondió que el gusano estaba limitado en sus movimientos. 
¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto que no le regresaba los saludos efusivos que el escarabajo hacía desde lejos? 
Esto era entendido por él, ya que sabía de su limitada visión, muchas veces ni siquiera sabía que alguien lo saludaba y cuando se daba cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar el saludo, sin embargo calló para no discutir. 

Fueron muchas las respuestas que en el escarabajo buscaron para cuestionar la amistad con el gusano, que al final, éste decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar que el gusano lo buscara. 

Pasó el tiempo y la noticia llegó: 
El gusano estaba muriendo, pues su organismo lo traicionaba por tanto esfuerzo, cada día emprendía el camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba a retornar hasta su lugar de origen. 

El escarabajo decidió ir a ver sin preguntar a su compañera qué opinaba. 
En el camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por saber qué le había pasado a su amigo. 
Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando pasar a mejor vida. 

Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la vida te da, le dijo cuánto le alegraba que se encontrara bien. 
Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado. 

El escarabajo avergonzado de sí mismo, por haber confiado su amistad en otros oídos que no eran los suyos, había perdido muchas horas de regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban. 

Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería no tanto por la especie a la que pertenecía sino porque le ofreció su amistad. 

El escarabajo aprendió varias lecciones ese día. 
La amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo.



Ilumina el Mundo


miércoles, 9 de octubre de 2013


jueves, 14 de marzo de 2013

El Papa Francisco y su sencillez: Pagó la cuenta del hospedaje donde se alojó


VATICANO, 14 Mar. 13 / 11:15 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco se dirigió ayer por la noche al hospedaje donde se alojó los días previos al Cónclave y pagó la cuenta de su estadía pese a que los encargados no querían recibir el dinero.
Un testigo del hecho aseguró que los administradores de la Casa Pablo VI para sacerdotes no querían recibir el dinero pero el Papa Francisco insistió hasta que lo aceptaron. "Es lo justo", les dijo.
Antes de acudir al hospedaje, el Santo Padre comentó con los cardenales en la Casa Santa Marta que "también debo pasar por la residencia, tomar mis maletas y pagar la cuenta".
El Pontífice llegó a la residencia sacerdotal acompañado de los cardenalesVallini, su Vicario para la diócesis de Roma, y Santos Abril y Castelló, Arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor.
Este último dijo a Radio Vaticana que en la residencia el Papa Francisco "saludó a todas las personas, a los dependientes, a los que preparan las habitaciones y a otros que conocía por su nombre. Esto nos ha impresionado verdaderamente".
"Este sentido de cercanía, de humildad, de calor humano, de acoger a todos es una cosa que nos ha impresionado a todos muy positivamente y estoy seguro que será una de las características de su pontificado", concluyó el Cardenal.